miércoles, 30 de diciembre de 2009

LA GUERRA BIPARTIDISTA EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD

LA GUERRA BIPARTIDISTA EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD

 

"....En cierta ocasión, en vísperas de las elecciones, don Apolinar Moscote regreso de uno de sus frecuentes viajes, preocupado por la situación política del país. Los liberales estaban decididos a lanzarse a la guerra. Como Aureliano tenia en esa épocas nociones muy confusas sobre las diferencias entre conservadores y liberales, su suegro le daba lecciones esquemáticas. Los liberales, le decía, eran masones; gente de mala índole, partidaria de ahorcar a los curas, de implantar el matrimonio civil y el divorcio, de reconocer iguales derechos a los hijos naturales que a los legítimos, y de despedazar al país en un sistema federal que despojara de poderes a la autoridad suprema. Los conservadores, en cambio, que habían recibido el poder directamente de          Dios, propugnaban por la estabilidad del orden publico y la moral familiar; eran los defensores de la fe de Cristo, del principio de autoridad y no estaban dispuestos a permitir que el país fuera descuartizado en entidades autónomas. Por sentimientos humanitarios, Aureliano simpatizaba con la actitud liberal, respecto a los derechos de los hijos naturales, pero de todos modos no entendía como se llegaba al extremo de hacer una guerra por cosas que no podían tocarse con las manos. Le pareció una exageración que su suegro se hiciera enviar para las elecciones seis soldados armados con fusiles, al mando de un sargento, en un pueblo sin pasiones políticas. No solo llegaron, sino que fueron de casa en casa decomisando armas de cacería, machetes y hasta cuchillos de cocina, antes de repartir entre los hombres mayores de veintiún años las papeletas azules con los nombres de los candidatos conservadores, y las  papeletas rojas con los nombres de los candidatos liberales. La víspera de las elecciones el propio don Apolinar Moscote leyó un bando que prohibía desde la media noche del sábado, y por cuarenta y ocho horas, la venta de bebidas alcohólicas y la reunión de no mas de tres personas que no fueran de la misma familia. Las elecciones transcurrieron sin incidentes. Desde las ocho de la mañana del domingo se instalo en la plaza la urna de madera custodiada por los seis soldados. Se voto con entera libertad, como pudo comprobarlo el propio Aureliano, que estuvo casi todo el día con su suegro vigilando que nadie votara más de una vez. A las cuatro de la tarde, un repique de redoblante en la plaza anuncio el término de la jornada, y don Apolinar Moscote sello la urna con una etiqueta cruzada con su firma. Esa noche, mientras jugaba domino con Aureliano, le ordeno al sargento romper la etiqueta para contar los votos. Había casi tantas papeletas rojas como azules, pero el sargento solo dejo diez rojas y completo la diferencia con azules. Luego volvieron a sellar la urna con una etiqueta nueva y al día siguiente a primera hora se la llevaron para la capital de la provincia. -Los liberales iran a la guerra- dijo Aureliano. Don Apolinar no desatendió sus fichas de domino – si lo dices por los cambios de papeletas, no iran-, dijo. – se dejan algunas rojas para que no haya reclamos.

Aurleliano comprendió las desventajas de la oposición. – Si yo fuera liberal, iría a la guerra por esto de las papeletas- dijo. Su suegro lo miro por encima del marco de los anteojos.

 

-         Ay, Aurelito- dijo-, si tú fueras liberal, aunque fueras mi yerno, no hubieras visto el cambio de las papeletas.

Lo que en realidad causo indignación en el pueblo no fue el resultado de las elecciones, sino el hecho de que los soldados no hubieran devuelto las armas. Un grupo de mujeres hablo con Aureliano para que consiguiera con su suegro la restitución de los cuchillos de cocina. Don Apolinar Moscote le explico, en estricta reserva, que los soldados se habían llevado las armas decomisadas como prueba de que los liberales se estaban preparando para la guerra. Lo alarmo el cinismo de la declaración. No hizo ningún comentario, pero cierta noche en que Gerineldo Marquez y Magnifico Visbal hablaban con otros amigos del incidente de los cuchillos, le preguntaron si era liberal o conservador. Aureliano no vacilo:

-         Si hay que ser algo, seria liberal- dijo-, porque los conservadores son unos tramposos…”

 

GARCIA MARQUEZ, GABRIEL; Cien años de Soledad; Bogota, Oveja Negra. 1994